Y CON USTEDES EL OBLIGADO PERDEDOR

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Hubo un tiempo en el que creí que era la mujer perfecta, en el que creí que cualquier hombre sería el más afortunado si lograba estar conmigo y cualquier mujer querría ser yo o al menos ser mi amiga. ¡Lo tenía todo! (o al menos eso pensaba) Pero entonces él me cambió, me sustituyó por otra chica, por alguien que representa todo lo que detesto en esta vida, por alguien que es todo lo que yo he luchado por no ser, pero a final de cuentas por alguien más, alguien que no era yo.

Y ese “insignificante” hecho marcó parte de mi vida, porque me quitó la falsa seguridad en mi misma que me había construido, y me trajo de vuelta al mundo real. Al mundo en el que sólo soy una chica entre millones, y una chica que lleva las de perder porque no soy como ella, porque tengo sueños y convicciones propias, porque cuando me enamoro yo ofrezco unir mi camino al de alguien más y no abandonarlo para seguir el de otro, porque ni enamorada convierto a otra persona en mi mundo. Y por eso hoy tengo miedo, no de la soledad que se ha vuelto mi amiga, sino de que nunca pueda repetir esa fascinante experiencia a la que llaman amor, de no encontrar a nadie que diga al verme: “ella es!”, de no tener un amigo con quien compartirlo todo y de que éste maldito sentimiento de inferioridad y terror a la vida y al mundo no se vaya nunca (sí, lo sé, qué estupidez, le tengo miedo al miedo ¬¬). Y de sentir siempre en el fondo de mi corazón que ella fue, es y será siempre mejor que yo. (que cualquiera lo es)

INSIGHT

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A mi derecha una pareja, a mi izquierda una familia de padres jóvenes y niños pequeños, enfrente de mí un grupo de amigos, y yendo y viniendo una señora que no paraba de grabar la caminata de su perro obeso. Todos ellos gozaban de la calidez que brinda la noche para construir nuevos recuerdos y reforzar sus respectivas relaciones. Y ahí estaba yo que, a diferencia de cuánta persona presente en el lugar, estaba sola. Y ¿a quién esperaba? Esperaba al tiempo, esperaba que pasara y me diera las respuestas, que trajera nuevas cosas y que lo limpiara todo. ¿Y qué fue lo que encontré? Me encontré ahí, en medio de todos y en medio de la nada, escuchando esa pequeña voz que no oía desde hace mucho tiempo y que creía me había olvidado, y entonces lo entendí, las cosas sucedieron al revés y yo me había olvidado de ella. Perdida en mis pensamientos, la escuché, me escuché, y fue tan reconfortante que era como caer en cuenta de todo en lo que creía, de recordar mis sueños, mis ideales y, por extraño que parezca, encontré en mí el hombro para llorar, la voz de la experiencia que me regañaba a la vez que me motivaba y animaba para continuar por el camino que había elegido y que en momentos de no muy buena gana estaba forjando. ¡Qué alivio y qué gran tranquilidad! ¡Era justo lo que necesitaba! Mmm, pero como todo en la vida, acabó, el tiempo llegó y era momento de regresar al mundo que tenía enfrente, fingir que estaba ahí por motivos cotidianos, una cita, con amigos, con mi familia, con quien fuera, pero una cita. No importa, tal vez debería hacerlo más seguido, salir como loca sin rumbo ni destino tan sólo para estar conmigo y con nadie más que conmigo y así escuchar todo lo que tengo que decirme porque, de entre todo, eso es lo que más necesito oír.