09 de Septiembre del 2008 siendo las 03:22 p.m. (pero como si hubiera sido ayer...)

|
Un día descubrí que (como a todo ser humano que pisa el planeta Tierra y durante al menos un momento en su vida) había una persona que me atraía más de lo normal. Una persona cuyos movimientos parecían tener más armonía y gracia que los de cualquier otra. Una persona cuyas opiniones aunque no llegaran a ser acertadas o verídicas y basadas en argumentos razonables, al menos sonaban interesantes. Descubrí entonces, que estaba enamorada (?) de ese peculiar ser, de ese chiko al que yo veía ser diferente entre los demás. Sin embargo, mi temor, mi gran temor (como ha sido siempre) era reaccionar de la misma manera en la que lo hacen todas las personas que he conocido enamoradas (y como ya me sucedió alguna vez): volverme una estúpida. Y fue por ese hecho que tome la siguiente decisión ante mis sentimientos: NEGARLO. Sí, esa era la salida, esa debía ser la salida. Nadie nunca lo notaría, ni siquiera yo, mucho menos él. Pero entonces sucedió lo que no esperaba suceder. Me hizo hablar, no de él y de mi secreta atracción hacia él (al menos no hasta ese momento), sino de mi y de lo que pensaba, o bueno parte de lo que pensaba, de lo que creía y de la forma en la que me conducía en el mundo. Conoció a mi yo preferido, a ese que siempre disfruto ser, a ese que nunca me pesa ser y dejar ser en el mundo. A ese que, por ser tan vulnerable a lo que pasa en lo que se ha construido como realidad, escondo en ocasiones (en muchas ocasiones, tal vez). Y de pronto sucedió, me preguntaste que si me gustabas, ¿cómo iba a negarlo? No podía, pero entonces ¿cómo afirmarlo? ¿cuáles eran las palabras para decir lo que sentía y lo que esperaba sin que llegara a sonar contradictorio o ridículo? Lo expliqué, me expliqué, o eso creo. Y pregunté lo mismo de mi para ti. ¿cuál fue tu respuesta? La indicada, al menos la indicada en ese momento para no sentirme presa y caer en el pánico de estar encerrada o bajo las órdenes de un sentimiento que no puedo controlar. Comenzamos a ser uno. Hasta que me di cuenta que la atracción que sentía hasta entonces podía convertirse en otro sentimiento. Y yo podría salir lastimada, otra vez... de nuevo... en el mismo juego. Pero no importó, no me importó, te amaba cada vez que tenía la oportunidad de hacerlo. Te amé, y no esperé que tú me amaras. Si yo lo sentía y me gustaba amarte aunque supiera que no era amada, ¡qué más daba no ser correspondida! ¡ESO ES! ¡Esa es mi respuesta! Te amo por mí, no por ti.

0 comentarios:

Publicar un comentario