EL LABERINTO DE LA SOLEDAD

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"Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida. Por eso cuando alguien muere de muerte violenta, solemos decir: 'se la buscó'. Y es cierto, cada quien tiene la muerte que se busca, la muerte que se hace. Muerte de cristiano o muerte de perro son maneras de morir que reflejan maneras de vivir. Si la muerte nos traiciona y morimos de mala manera, todos se lamentan: hay que morir como se vive. La muerte es intransferible, como la vida. Si no morimos como vivimos es porque realmente no fue nuestra la vida que vivimos: no nos pertenecía como no nos pertenece la mala suerte que nos mata. Dime cómo mueres y te diré cómo eres." (Paz, 1999)


Y entonces me pregunto yo ¿es acaso que moriré de aburrimiento? ¿de ansiedad? ¿o de mi incontrolable angustia existencial? Porque, sin lugar a dudas, no me gustaría que mi muerte reflejara que nunca viví "la vida que me tocaba". Que todo, como siempre supuse dentro de mis más grandes temores, fue la peor mentira: que viví la vida que no era mía.

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