UN AÑO MÁS, UN AÑO MENOS

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La vida es la constante sorpresa de saber que existo. Rabindranath Tagore

Tal vez sea muy tarde para esto, tal vez debería estar escribiendo mi carta a los reyes magos (aunque probablemente también sea demasiado tarde para eso) pero como es bien sabido soy de efecto retardado, así que aun cuando ya no esté en tiempo y a nadie le importe ya, me gustaría retomar lo que me dejó el 2011, un año ¿bueno? ¿malo? No importa, después de todo nunca he sentido esa rígida diferencia entre año y año. De hecho, así como para los perros la vida es un día largo, para mí la vida es un año muy largo, y eso solamente porque mis días terminan cuando me acuesto a dormir, sino probablemente disfrutaría la vida tanto como un perro, ja. De cualquier modo, y dejando todo ese preámbulo, puedo decir que el 2011 fue un año decisivo en todos los sentidos, un año en el que por fin y después de haberme resistido a ello por un tiempo, más el tiempo que me tomo llegar a ese punto, tuve que enfrentarme a uno de mis más grandes temores (aunque no puedo decir que lo haya superado del todo): sí, mi miedo a entrar de lleno a éste mundo capitalista para convertirme en una asalariada que teme quedarse sin empleo y no ser autosuficiente, taraaá! ¿La cura? Aún no la he encontrado, pero me he dedicado a dar pasitos de bebé asustado para encontrar un camino seguro y llegar a donde siempre he querido estar. La moraleja por el momento sobre el trabajo: cualquier cosa es mejor que quedarme en casa pensando hasta el punto de volverme loca.

Por otro lado, por fin puedo decir que después de tanto evitarlo y aferrarme a mantener contacto con personas y grandes amistades del pasado que encontraron una nueva vida lejos de mi camino, éste año fue el “bueno” y pude dejarlas ir. Claro, no negaré que dolió lo debido y lloré lo necesario. Sin embargo, ahora estoy convencida de que fue lo mejor, y tristemente también estoy convencida de que tarde en hacerlo. Si de algo sirvió esto fue para darme cuenta de lo importante que es la familia... mi familia y de que son los únicos que están cuando ya todo se ha ido... cuando parece que todo está perdido.

La gran pérdida del año fue la de mí incondicional amiguita y compañera durante algo así como 10 años que se fue sin querer dejarnos (tan sólo de recordarlo llega el nudo a la garganta). Sí, el mismo año que me dejo marcada su pequeña mordida. Todas éstas pérdidas me recuerdan a aquellas sabias palabras de un gran maestro que tuve mientras estaba estudiando en la UAQ: “Las personas siempre dejan huecos, huecos irremplazables, la única diferencia es que con el tiempo ya no duele”. Si he de ser sincera, siempre dudo que deje de doler por cada persona que se va, para tiempo después darme cuenta que (por más feo que se escuche) terminó siendo uno más.

Me gustaría detenerme en los pequeños detalles de cada experiencia, y en verdad espero tener las ganas de hacerlo algún día, pero por el momento sólo quiero comentar a grandes rasgos lo que fue el 2011.

De lo que puedo estar segura es que el año no termino como pintaba a inicios (tan prometedor como todos lo hacen en su momento), pero a final de cuentas fue un año bien vivido, con alegrías, tristezas, pérdidas, reencuentros auspiciados por las nuevas tecnologías, nuevas experiencias, nuevas amistades y nueva actitud. Eso sí, no creo que sea una persona nueva y mejorada, sino más bien una a la que ya nada le importa tanto, no hay nada tan serio que de verdad merezca todo el esfuerzo (y tal vez tampoco nadie).

No te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella. Les luthiers

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